miércoles, 8 de septiembre de 2010

Las Dos Caras de Miroslava

(Sara Améstegui Lavayén)


La taza de café sobre el tapete que está en la mesa desde las 6:45 AM sigue caliente. Esa es, definitivamente, una señal ¿verdad? Entonces si es una señal que se mantenga caliente desde las 6:45 de la mañana, tomando en cuenta que ya son las 7:00 ¿qué significa? ¿Que puedo tomarme mi tiempo porque el café se mantendrá caliente hasta que vuelva? O más bien, significa todo lo contrario ¿Debo saborearlo porque pronto se enfriará? Esta minúscula taza, acaba de arruinar mi rutina matutina. Todos los sábados por la mañana, despierto a las 6:45 AM, me sirvo un tazón de cereales mientras mi café se prepara en la máquina de expreso. Los 15 minutos exactos que necesito para que comience el reprís de Spooks en la televisión. Pero ahora, todo está alterado, hay una taza de café ya servida sobre el tapete de la mesa. ¿Qué hago?

En todo caso, ese café no me pertenece. Es de Juan, y Juan se molestará si me lo tomo. Pero se ve delicioso, espumoso, sin mencionar caliente. Un segundo. El hecho de que Juan no se lo haya tomado, es definitivamente una señal. Pero ¿qué significa entonces esa señal? Significa, notoriamente, que Juan, con su considerada forma de ser, lo preparó para mí. Entonces, analizando todas las señales. La taza de café caliente me pertenece, es el destino y solamente perdí el inicio de la serie, perfecto.

Pero hay un problema: Juan no es considerado; sino todo lo contrario. Juan es un egoísta. Si hubiera un concurso de desconsideración, él tendría el premio mundial. No exagero, en serio, Juan es un desconsiderado, egoísta, comodón. Lo comprobé un martes 24 de abril. Todos los martes, como es costumbre, lavo mi ropa; pero, ese martes, se me olvidó secarla y la dejé unas horas en la lavadora. Llega entonces Juan (el desconsiderado) y ¿qué hace? No avisa que necesita la lavadora, sino que retira toda mi ropa y la arroja al suelo. ¿Mencioné que era ropa recién lavada? Juan no pudo hacer el café pensando en mí, porque es un comodón. El café no es para mí, es el destino. Debo prepararme otro café y en otra taza. Ya son las 7:15.

El café caliente es para mí o no es para mí. Siempre tengo dos opciones. En este caso, dada la personalidad de Juan, que acabo de describir, es obvio que ese café, dentro de la dualidad en la que estoy encerrada, no es para mí. Así que debo seguir con mi rutina sabatina ¡Que ya se arruinó! Este cereal ya no sirve, está demasiado remojado, parece una pasta asquerosa de maíz. Esto es culpa de la taza de café, y la desconsideración de Juan ¡Siempre quiere sabotearme!

Un segundo. Hay otra opción. Tomando en cuenta que Juan me hizo una mala pasada el pasado 24 de abril. El café puede ser un símbolo de reconciliación: su intención silenciosa de decir “lo siento”. Esa es una señal muy factible, en realidad suena a Juan ¿Por qué tomarse la molestia de disculparse si puede hacerme una taza de café caliente, justo a las 6:45, la hora en que mi rutina matutina de los sábados comienza? Esto tiene mucho sentido. Qué considerado de su parte. Lo supe siempre. No puede ser que este chico sea totalmente egoísta. Muy en el fondo, fondo, fondo de su ser, es considerado. Ahora ¿qué hago? ¿Acepto su disculpa? Porque tomar de esa taza, significa que acepto su disculpa.

Porque si tomo de ese café tengo dos opciones: Hago como que nunca pasó nada, y comienzo a hablarle normalmente, lo que indicaría que acepté su disculpa. O le digo que mi disculpa no se compra, y que si espera mi perdón, tendrá que hacer mucho más que simplemente servirme una taza de café, un sábado en la mañana, alterando toda mi rutina vespertina. Pero eso sería desconsiderado de mi parte, no aceptar una disculpa suya. Entonces la solución es tomar la taza de café. Porque dadas las señales, esa taza me pertenece. Es, pues, el destino. Una vez que tome la taza caliente de café que está sobre la mesa y es un símbolo de reconciliación entre Juan y yo, decidiré si le menciono el hecho o hago como que no pasó nada. Sí, esa es la solución, simple y clara. La taza de café es mía, por lo tanto, debo tomarla.

¡Ah! Ahí está Juan. Se está acercando hacia mí; bueno, hacia la taza, seguro me la quiere entregar en persona ¡qué lindo de su parte! No, un segundo, la está probando, está tomando de la taza de la reconciliación ¡y ahora esta botando el café a la lavavajilla!

-¿Qué te pasa? No botes ese café, es un símbolo de nuestra reconciliación.

-Miroslava, estás chiflada, esta taza de café ya no sirve, la dejé en la mesa desde anoche.

-Pero ese café está caliente.

-¿Y de dónde sacaste eso?

¡Demonios! Juan tiene razón. Siempre la tiene. ¿De dónde saqué la conclusión de que esa taza de café estaba caliente?

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