(G.
Munckel Alfaro)
La nostalgia es una cosa
rara, por lo menos cuando se apodera de mi tía. La pobre señora hizo de todo:
Puso la cocina de cabeza, la llenó de trampas y veneno, llegó incluso a
alquilar un gato (no lo compró porque no le gustan, lo cual es raro en una
tía). Por supuesto, todo esto funcionó. Su estratagema fue un éxito rotundo.
Pero, días atrás, la sorprendí echada de panza en el piso de la cocina,
haciendo dibujitos en la pared. Dibujaba ratones, la pobre, que extrañaba tener
una razón para gritar a la hora del té.