(G.
Munckel Alfaro)
¿Fantasmas dices? Yo una
vez he visto. Pero no era pues unito. Te voy a contar. Se había hecho de noche
y en auto estábamos yendo por la avenida. No había nadies y oscuro estaba. Y
cuando hemos pasado por atrás del cementerio —ese que está en el camino de mi
casa— una señora toda vestida de blanco y toda greñuda se ha aparecido en medio
de la avenida. Se nos ha helado pues, casi la atropellamos a la doñita porque de
la nada siempre ha salido. Ha sido bien jodido, porque cuando hemos frenado, la
doña se ha acercado caminando hacia el auto y le hemos visto su cara siempre.
Parecía que estaba gritando y que nos iba a arrojar con algo al vidrio; pero se
ha esfumado, ha desaparecido siempre. Ahí mismo meta acelerador y a rajar
nomás. Pero no andaba el auto. ¡No andaba el auto! Había que bajarse a empujar.
No queríamos bajar, para qué te voy a mamar, estábamos cagados de miedo. Pero
como ya no aparecía su fantasma de esa doña, nos hemos bajado nomás. Igual iba
a ser peor quedarse ahí. Es bien jodido cuando ves un fantasma, da más miedo de
lo que crees; pero cuando ves más de uno, es pues otra cosa. Nos hemos bajado
del auto y ese rato se ha aparecido de nuevo la señora greñuda. Hemos gritado
como locos. Pero luego hemos visto que más lejitos había más gente. Hemos
gritado más fuerte, pidiendo ayuda; pero nada, ni bola. ¡Toditos eran
fantasmas! No sé porqué, pero cuando hemos visto tanto fantasma, un poquito se
nos ha pasado el susto. Eran pues como cincuenta fantasmas en plena avenida. No
me vas a creer. ¡Bloqueo era!