viernes, 23 de julio de 2010

Insoluble

(Marcelo Terceros)


Vida vacía, soledad acompañada

Amantes forzados a la rutina

Caricias diminutas

Vidas absurdas


Melancolía acompañada

Cuerpos vacíos e insolubles

Unidos en la monotonía diaria


Cuerpos cansados y vacíos

Amantes sin sentido y rutinas forzadas.

Flor de Olvido

(G. Munckel Alfaro)


Una solitaria rosa se balanceaba suavemente al ritmo del vaivén del ágil brazo que la trasladaba. Se sentía un aire de liturgia melancólica mientras la rosa se acercaba cada vez más a la plazuela. La mano la sostenía con firmeza, pero sin lastimarla. De no ser por el triste presentimiento, habría sido un tranquilo paseo por la ciudad.

Pronto, un banco de madera se dibujó en la distancia, que se acortaba a cada paso. Al llegar, rosa y portador se dejaron caer desganados sobre las tablas del banco. La rosa quedó tendida en el regazo del hombre, que suspiró ruidosamente. Fue entonces cuando la solitaria flor comprendió que su destino no era lograr un beso o una sonrisa, sino que debía ser un adiós y, a juzgar por el atuendo negro e impecable sobre el que descansaba, debía tratarse de un difunto.

La flor, conmovida, observó el nacimiento de una lágrima que resbaló por la mejilla de aquel triste hombre y cayó sobre uno de sus pétalos. Y, ya que las rosas pueden adivinar el dolor en una lágrima, a la flor se le reveló el rostro de la mujer perdida, la verdadera fuente de aquella lágrima.

Miró nuevamente al hombre y notó que sus labios se movían sin pronunciar palabra alguna; pero la rosa pudo leerlos. Todo había sucedido en el banco de madera donde ahora se encontraban. Imaginó sonrisas, besos y lágrimas; el principio y el fin compartiendo aquel espacio, desnudo de todo tiempo gracias a los recuerdos.

Aquel hombre inspiraba una profunda tristeza. Solo, enlutado y sentado en la plazuela que alguna vez fue su vida. La rosa se resignó a convertirse en el símbolo de un adiós y no se inmutó cuando él se puso de pie, mas se inquietó cuando notó que la dejaba sola sobre el banco, en lugar de llevarla consigo hasta el cementerio.

El sujeto, elegante, se alejó unos pasos, de espaldas al banco. Entonces, frente a él apareció ella, la mujer de la lágrima. Él la saludó con el sombrero, se hizo a un lado y siguió caminando. Ella lo miró, se hizo a un lado y siguió caminando. Ella había muerto para él. Él la había querido.

Lo Rompí

(Norah Crespo)


Ahí te haces presente

Con tu sonrisa alarmante

Seguro de hacerme feliz al pronunciarte

Te ofreces con tus brazos abiertos

Deseosos de recibir los míos

No veo la hora en que termine esto

Mis ganas fingidas

Acompañan mis pasos flojos

Ya todo es nada.

La Mesita y el Espejo

(Sarahi Cardona)


No había dejado de llover. Él estaba desnudo tomando café y ella llegó empapada. Hicieron el amor en la mesita frente al espejo. Rieron al final y así, en ese aire de paz, ella preparó su maleta y lo dejó tranquilo.