(Yvonne Rojas Cáceres)
Como quien menciona la parte de una historia innecesaria,
Describirte como te observo y darte un nombre
siniestro
Es como hacerte deseable con la letra y el
tintero.
Mirar cómo te absorbes en la tierra húmeda
con olor a estiércol
Y luego la languidez del sol te cubre sin
sombra,
sin ningún tormento.
Dejar crecer sobre cualquier costilla, el
pasto verde de cualquier sendero.
Saber que la putrefacta carne se ha consumido
hasta el hueso.
Miles de gusanos se han quedado sedientos,
ávidos de vida y de carroña.
Mientras haces tu labor condescendiente con
el ocaso con el alba y con el desierto.
El ocaso que te espera al final del puerto,
de todos los puertos.
Has carcomido piel, retazo y recuerdo. Nada
queda ya.
Aquello que fue lo absorbiste entero.
Ahora repartes oscuridad mientras la noche te
despide
Y el velo de la tristeza invade los ojos de
lo que quedaron quietos.
Verte partir es el dolor eterno, el eterno
suspiro del que sufre inviernos.
El viento te sopla las últimas blasfemias de
los viajeros.
Mientras Caronte alista sus remos al fondo
del velero negro
Y las monedas caen de la mano fría del que
esta noche, se atrevió a ser tu compañero.