miércoles, 3 de octubre de 2012

Firecatcher


(Sergio Tavel)


Atrapafuego le llamaban. Se decía que vagaba por los bosques más profundos con una pequeña jaula de latón que colgaba del extremo de una vara. A pesar de ser un hombre joven, tenía la larga barba y el cabello grises. Algunos afirman que robar fuego le quita el color a las cosas. No muchos se habían topado con él, sólo algunos viajeros al preparar fogatas para protegerse de las frías noches de invierno. Decían que se acercaba con sigilo, vestido únicamente con un gran abrigo verde. Hablaba con voz rasposa y pausada. Pedía un trago, una tajada de carne y luego abría la pequeña puerta de su jaula. El fuego entraba en ella formando volutas en el aire, girando y silbando. Cuando la oscuridad reinaba, el atrapafuego desaparecía.

Muchos hombres habían pretendido darle caza; pero nadie era capaz de  encontrarlo. Grandes grupos se adentraban en los bosques y en las montañas; pero todos regresaban con las manos vacías. Luego de varios meses, el fuego comenzó a escasear. Las chimeneas estaban vacías. Los leños no encendían. Las antorchas no alumbraban. Ni siquiera al golpear dos piedras una con otra se producía chispa. Se lo estaba robando todo. Los vientos fríos se estaban levantando y las personas comenzaron a desesperarse.

Cierto día, cuando el invierno había cubierto al mundo en su abrazo gélido y su manto blanco, la gente se percató de que el sol había perdido un poco de su brillo y calor. Con el pasar de los días, se fue achicando. Las noches se tornaron más frías y los días se acortaron. Una mañana, cuando las personas aún dormían, el sol se apagó. Se lo había robado todo. Cuando el fuego se terminó en el mundo, dirigió su codiciosa mirada hacia los cielos. Muchos no supieron qué hacer. Otros entraron en pánico. Algunos, se decidieron en encontrarlo.

Ya han pasado varios años desde que el sol dejó de alumbrar. Las personas aún lo siguen buscando. En total oscuridad, frío y tiniebla, se adentran en los bosques. Caminan cientos de kilómetros, cruzan lagos y montañas, atraviesan praderas y planicies, tratando de alcanzar ese resplandor que se puede ver a lo lejos: Esa llama que arde en la oscuridad, atrapada en una pequeña jaula de latón que cuelga de una vara, sobre la espalda de un hombre que no logra encontrar el camino de regreso a casa.