lunes, 18 de julio de 2011

Canela, Melón y Café para la Gloria

(Sarahi Cardona)


Su vida había transcurrido en el mismo pueblo, sin más esperanzas que el viento y, por toda aventura, una escapada al río. Se había casado a los 16 años con un vecino trabajador y decente. Hacían el amor todas las noches. En su casa habían manteles y flores y los días simplemente transcurrían según la costumbre.

Lo único especial en su vida era un espejo gigante en su sala, al que le daba la luz del sol de frente. Ella esperaba la tarde para desnudarse frente a el. Se sentía sensual, femenina, poderosa; jugaba con la luz y sus manos para acariciar su piel, se creía perfecta. Hasta que el sol se ocultaba y volvía a la cocina.

Había sido amante de la gente importante del lugar, había tenido aventuras con todos los turistas que le parecieron interesantes; pero nada le quitaba el miedo, la obsesión, quería ser deseada más allá de la muerte, existir con su esencia salvaje y apasionada. No necesitaba que la amen, sino que la deseen, que la admiren, que la recuerden.

Llevaba 15 años coleccionando recortes de periódicos. Cada día, aumentaban los asesinos, muchas formas de matar y ninguna digna de su cuerpo perfecto. Hasta que lo encontró. Un hombre de 40 años, atractivo, tan obsesionado con la belleza como ella. Embalsamaba a sus víctimas y se pasaba meses enteros haciéndoles el amor, acariciando su cuerpo, llenándolas de luna y pasión. Cuando la policía encontraba los cuerpos, les faltaba el clítoris, era su suvenir.

Se puso un vestido rojo, el color que combinaba con sus labios y sus pezones. El perfume que había preparado, su receta secreta, canela, melón y café. Se fue a buscarlo, a buscar su gloria.

La invadía la sensación que la enloquecía, era “eso” que subía y bajaba en su vientre, que jugaba con su ombligo, era miedo y ansiedad, eran ganas y aprensión. Pero estaba decidida. Toda la vida había sido una más. Ahora sería ELLA.

La policía encontró su cuerpo a los pocos días, ya empezando la descomposición, pero el vestido estaba intacto, no había señales de violación.