domingo, 13 de febrero de 2011

La Historia de un Viejo Trovador y la Libertad

(Sarahi Cardona)


A la memoria de Benito Corrales,

Trovador y soñador.

Güira de Malena 1935 – Habana la vieja 2006.


Dejó una casita a tres pasos del mar, un árbol en el que se sentaba a contarle al viento que un día seria inmensamente libre y se fue con su Adela —embarazada de Gerardo— a La Habana, buscando otros sueños. Se llevó su guitarra, quería cantarle al mundo que era feliz.

Adela era de raza negra, alta, hermosa, con imponentes caderas y sonrisa fácil; no dormía si su marido no le cantaba por lo menos una canción. Gerardo era travieso y, como él, aprendió por su cuenta a escribir y leer. Antonio era tranquilo y aficionado a mirar las estrellas.

Un día, lo quisieron llevar a matar personas que no conocía y que tampoco le habían hecho ningún mal. Se negó. Lo cantó. Para él, la libertad era algo que se daba, era poder hacer o no hacer por voluntad propia.

Una noche, entraron a su casa, se llevaron a su mujer y a sus hijos, para matarlos lejos. Lo amarraron en el único cuarto que quedaría en pie, quemaron su guitarra, le aseguraron que ya no existía como ciudadano y lo dejaron ahí para siempre.

Hacían más de treinta años que el viejo vivía de la comida de los que aún eran amigos y de su locura. Y como ya no tenía una guitarra y no lo dejaban hablar, escribió —en las cuatro paredes que le quedaban— canciones sobre la libertad y un mundo donde no se pagaba nada para soñar.

El día que lo pude abrazar, el viejo había estado más fastidiado que de costumbre, era 27 de julio y la bulla del desfile del día anterior seguía en el aire, la ciudad estaba llena de banderines y pancartas celebrando la fecha. Lo vi desde lejos, sentado en el umbral de su cuartito, mirando hacia la nada. Tenía esa mirada perdida y dolida de quienes han vivido y lo han sentido. Me miró y sonrió, me dejó sentar a su lado y me contó esta historia. Dos meses después, se despidió del mar, cansado pero no amargado, se fue donde la libertad es eso y nada más.