sábado, 20 de noviembre de 2010

Mito de Dolor y el Espejo de la Bella

(Yvonne Rojas Cáceres)


La historia cuenta que, al ser criatura que provoca la tristeza en los mortales, dolor es lo único que podía sentir y que un día, de aquellos en que la bruma descendía más espesa por entre los muros de su limbo y hacía que su pena se hiciera inmensamente profunda, se dispuso a volar por los límites de su mundo y el gran reino de los dioses insensibles. Entre ambos parajes mágicos se extendía un cristal enrome como hielo, que permitía a Dolor mirar el paisaje para atenuar su locura, pero exacerbar su lástima.

Por un instinto propio de la magia que le gusta confundir y descontrolar el curso de los eventos, se decidió a volar en el límite del bosque de la ilusión. Se paseaba desatento como siempre por los parajes de ese bosque, hasta que una lástima infinita con patas de ciempiés, se apoderó de su piel azul como los mares de la imaginación más cruel. La tragedia juguetona comenzó a cosquillear en su estómago de goma remojada en la fuente de los llantos, provocando que las mariposas de la nostalgia aletearan en sus sienes de madera remojada en las lagunas de la angustia, y sus manos de pasto rociado con lluvia de amaneceres de un día de muerte trágica comenzaron a temblar.

Y lloró, con los ojos de melancolía que su padre le había regalado en la noche que fue creado de la bruma espesa del sufrimiento. Su dolor se expandió por todo el límite del techo-suelo de cristal que dividía los dos mundos, encontrando una rendija entre las raíces de una rosa amarga que crecía en el bosque, muy cerca de donde una diosa bella descansaba su indiferencia, recostada en el pasto verde de la desidia.

Su cara preciosa con los labios perfectamente dibujados con la punta de un rubí, resaltaban en el rostro blanco y sus facciones más que perfectas se dejaban acariciar por la brisa de esa noche alunada con destellos de plata que chorreaban de los musgos penetrados en los árboles de jazmín florecido.

Pero había algo en ese rostro incompleto, propio de los dioses insensibles, sus ojos carecían de pupilas, pues al no tener el don de sentir, su mirada no podía percibir la emoción. Ningún sentimiento era capaz de flanquear su perfección, ninguna pasión había invadido nunca en la eternidad de su existencia mágica, ni el corazón vacío y limpio en el pecho hermoso de aquella diosa.

Hermosa criatura de porte mágico y deslumbrante, con vestidos claros y piel de terciopelo blanco como la nieve. Su belleza inalcanzable y radiante, hacía que cualquier dios cayera rendido a sus pies como cualquier mortal, y Dolor la percibió blanqueando su cabeza de tormentas de desamor.

Pero como la congoja de ese momento era tan inmensa y su llanto nublaba su visión perfecta, quedó obsesionado de pena por la diosa. Tanta fue su pena, tanto fue el dolor y la angustia que sintió en todas sus extremidades de criatura mágica y sensible, que tuvo que recostarse en las rocas del desasosiego para calmar su llanto.

Confundido por tan angustiosa humedad, no supo distinguir el amor del tomento propio de su condición, así que decidió hacer una ofrenda a la diosa de la que emanaba una pena infinita.

Loco por el torbellino de emociones destructivas y tristes, Dolor tomó el espejo contenedor de los sentimientos y, abriendo una grieta en el cristal que dividía los dos mundos, lo dejó apostado bajo el árbol de jazmines donde la diosa bella reposaba en las tardes eternas de lluvia.

–Mi diosa insensible, amarás –dijo– mi diosa perfecta, tu piel será carne de las emociones más placenteras para que tus pupilas germinen con el brillo de la dulce nostalgia y así, un día me verás para sentir lo que yo siento.

Pero Dolor no se imaginaba que acompañado de cualquier sentir sublime, caería una maldición sobre ella. Y así fue, ella sintió, se enamoró del creador de su propia transformación. La angustia, la pena, el desdén y la nostalgia se apoderaron de su imagen y, al ver cómo sus facciones cobraban sentido, su piel se arrugaba y su corazón se llenaba de cicatrices.

Destruyó el espejo y voló expulsada de su mundo. Ahora vaga por la tierra queriendo encontrar un portal hacia el mundo de Dolor. Como aire frío penetra en las pupilas de los vivos, robándose un único instante en que su amor se pueda consumar.

Se dice que las pupilas de los que sufren son bellas y lastimeras, porque el dolor y la belleza se están amando con una mirada.