martes, 6 de septiembre de 2011

La Degradación de la Belleza

(G. Munckel Alfaro)


Sobre el fondo negro de un afiche, probablemente adornado con textos publicitarios, se destacaba la figura de una mujer. Frente a ella, los ojos del transeúnte se abrieron desmesuradamente ante lo que consideró un cuerpo perfecto; pero era más que eso, se trataba del rostro más hermoso que había visto en toda su vida.

De la perfección de sus facciones —que conformaban la mezcla ideal entre la más desgarradora sensualidad y una dulzura absolutamente conmovedora— emanaba una pureza casi divina. En definitiva, lo dulce de aquella mirada sobrepasaba su erotismo.

Sobrecogido por el rostro de la mujer, fantaseó con bajarla del pedestal divino en el que resplandecía de manera tan provocadora. Pero, poco a poco, mientras sus ojos se deslizaban como suaves caricias, reinventando el tacto para poblar esa piel tan tersa, la más profunda melancolía fue apoderándose de él. Se sintió indigno de fantasear siquiera con un cuerpo tan hermoso. Supo que, aun escondiéndose bajo otro rostro, jamás podría tenerla.

Ahora el daño estaba hecho: lo inalcanzable de la mujer lo hundió en una tristeza sin fondo. Sintió que la imposibilidad de alcanzar ese ideal de belleza sólo podría ser compensada con su degradación. Un acto tan vil que hasta dolía.

Sintió un dolor en su corazón sólo comparable con el calor que poblaba el resto de su cuerpo. Mientras una lágrima surcaba su mejilla, su mano derecha bajó hacia el bolsillo derecho de su pantalón, ingresó casi temblando y, lentamente, se movió hacia la izquierda.