jueves, 18 de agosto de 2011

Obcecación

(Yvonne Rojas Cáceres)


Llegó a la Av. Medinaceli No. 1234, casi a las siete de la tarde, cuando los Faroles Phillips y Cia. comenzaban a encenderse y toda su realidad se teñía de un amarillo intenso perdiendo su color original, en una danza resplandeciente que desfilaba frente a sus ojos desahuciados, desesperados por contener todas las imágenes detrás de sus lentes Optilum, made in China.

Había atravesado el Bazar Mil Objetos, el Restaurante La Bohemia, platos a la carta, atención de Martes a Domingo y el Alto, circule con cuidado, antes de cruzar la intersección de la Calle Magnolias que contenía las casas desde el 123 al 234, cuyas puertas se adornaban de perillas Luminex y tapices rugosos que anunciaban Bienvenido, entre los escalones de la entrada y la puerta principal. Urbanización Los jardines, se presentaba advirtiendo, no pisar el césped.

Se detuvo justo al frente de la Floristería, dígalo con rosas, revisó nuevamente el llamado de atención: No hay vacantes, adherido al ventanal con Diurex. Cinta adhesiva transparente y el picaporte de aluminio Luminex. Como siempre lo hizo, sacó la llave repitiendo Yale, la introdujo en la cerradura, nuevamente repitió: Yale.

Abrió con cuidado la puerta y la terrible oscuridad que se escapaba de repente, le provocó un mareo. Se frotó los ojos debajo de los lentes Optilum, made in China y miró con cuidado hacia la pared, del pasillo: No hay lugar como el hogar, le saludaba, sujeto con dos tachuelas de cabeza negra “1/8” de pulgada.

Caminó pensativo, repasando aquello que el examen final de oftalmología le anunciaba: Pérdida paulatina de la vista debido a una malformación de nacimiento en las corneas. Punto seguido. No existe tratamiento ni operación posible. Punto. Es irreversible. De alguna manera que no se explica, sabía que le podrían quedar unos días, como algunas semanas o quizás un mes dependiendo del cuidado, el descanso y especialmente, el no forzar demasiado su vista. “Señor por favor, le recomiendo”. Tenía en su mente esas palabras, no sabía cómo y eso le irritaba.

Se tranquilizó en la cocina, repasando el estante favorito de sus especias, pimienta blanca para el paladar más exquisito, sal Luminosa sazona tus comidas, cocina Longevid, refrigerador Cónsul. Abrió la portezuela repitiendo, Consul y extrajo la bebida que se hallaba en medio de Mantequilla PIL, Queso Parmesano La Granja, sentirás la diferencia y Jamón serrano De Navajas. Hecho en Tarija. Sin preservantes. Coca Cola, consúmela bien fría, repetía en su mente mientras bebía del pico. Fecha de vencimiento 1/23/12.

Caminó hacia la sala, mientras repasaba sus paredes. La Papelera, Calendario 2011, Enero, 1, 2, 3, 4. Luego, Lunes, Martes, Miércoles y así sucesivamente hasta que llegó al sillón frente a la ventana. Cortinas casa fina. Hecho en Santiago, dejaban entrar un resquicio de la luz que iluminaba la cuadra. Encendió la lámpara Phillips 100 Watts. Mientras Quartz a prueba de agua, anunciaba las 8 y 43 de la noche.

Sujetó el lomo del libro con cuidado. Ensayo sobre la ceguera. José Saramago. Premio Nobel de literatura 1998. Ediciones Siglo XX. Tomó con suavidad la punta del separador que sobresalía de entre las páginas que dejaba entrever, el mejor hábito. Leer. Propietario: Juán Ortega, mientras le decía “qué apropiado, mi amigo” y se introdujo en el mundo perturbado de Saramago y los ciegos, hasta quedarse dormido.


La luz del amanecer que se escabullía por las Cortinas Casa Fina, lo descubrió con el cuello torcido y Saramago en su regazo. Los lentes Optilum, made in China habían viajado hasta la punta de su nariz. Abrió la mirada velada por un manto gris. Se desesperó. Saramago cayó al suelo. Se levantó y tropezando con la silla Muebles Muriel, corrió al baño, abrió la pila del lavamanos mientras se esforzaba por observar algo en el espejo Línea blanca para el hogar. No podía distinguirlos más, se estaban desvaneciendo, los perdía. Se frotó la cara con las manos humedecidas, cerrando y abriendo los párpados una y otra vez. El manto gris no se disipaba sino que se hacía más profundo, más intenso, arrastrándolo a ese mundo oscuro y solitario que le atemorizaba.

Corrió hacia la puerta al final del pasillo. La Papelera, Calendario 2011 y luego el gris. Nuevamente, Lunes, Martes, Miércoles y de nuevo las criaturas oscuras lo arrastraban a la penumbra. Abrió la puerta, Yale. No hay vacantes. Floristería Dígalo, dígalo, dígalo y luego fragmentos, líneas borrosas, penumbra. Aquellos que habían construido su mundo lo estaban abandonando.

Corrió desesperado, como queriendo alcanzar la luz de sus objetos, la presencia de sus palabras. Avenida Medinaceli. No. 1234, Urbanización Los jardines. No pisar el césped, casa 123, 124, 125 y luego tinieblas. Saltó la pequeña cerca blanca hasta caer de bruces frente al rugoso tapiz que anunciaba Bienvenido. Mientras el mensaje se disolvía frente a sus lentes Optilum, made in China y en su mente se repetía como un eco, “qué apropiado mi amigo”. Luego la oscuridad, la soledad.