martes, 22 de noviembre de 2011

Fuego y Ceniza

(Leslie Loayza)


Quiero que anoche sea la última vez que sueño con tu piel, que te reduzcas a una foto vieja, sucia y quemada, que mañana me despierte arrastrándome en el pavimento o volando en medio de una bandada. Quiero que la aurora me espere en lugares ajenos a esta vida o que nada me espere al pasar las doce.

Hoy me mira con melancolía, y al hacerlo, considero que es lo único por lo que cambiaría de parecer, pero luego reposa entre mis sábanas desordenadas y al cabo de unos minutos se queda dormida. De alguna forma sé que apoya mi causa y eso me contenta. Hoy todos los que me vean en el fondo lo sabrán y en cierta forma asentirán a mi favor.

Tengo todo fríamente calculado, listo y sólo queda relajarme hasta que llegue el momento indicado. En mi mesa un trozo de papel no dice nada, al lado un par de libros contienen una serie de números, que si mis amigos saben utilizarlos, podrán ser descifrados cuando ya sea tarde y al otro lado un portarretratos con la fotografía de J.C se quedará ahí como se quedó durante tanto tiempo, intacta.

Me siento a gusto con el ambiente, las velas y el humo le quitan el aire; los frascos de diversos tamaños y colores, en cierta forma, adornan. Aparte de ella, en esta habitación, sólo queda mi corta presencia. Desafortunadamente tengo la certeza de que lo que viene es más inesperado que la palabra misma, mi amigo aún sigue defendiendo legalmente los derechos, pero no tiene importancia. De todas formas nunca conté con esa señal.

Años atrás decidí contribuir a la prontitud de la extinción del proceso de homeostasis que aún hoy se sucede en mí, así que aquí estoy cumpliendo mi cometido, me digo en pensamiento, utilizando estas palabras rebuscadas, producto del tiempo que me tomé meditando la situación e investigando al respecto. De un trago a un suspiro todo se torna en una perspectiva translúcida y opaca. El tiempo ya llegó.

La escena es ámbar. ahí está ella, tibia y callada, yo la observo lejano entre el adormecimiento, el sueño y lo real; entre lo tenue, la luz y lo oscuro; entre el cansancio, la satisfacción y la calma. Abrí los ojos e instantáneamente ella también lo hizo, podía sentir su respiración en mi rostro, me miraba con esos ojos seductores y penetrantes. Me entró miedo, pero ¿por qué?

Después de tantos decenios juntos, confidencias y peleas, ahora me atemorizaba. Se aleja con movimientos sutiles hasta darme la espalda, al cabo de unos minutos la escucho susurrar algo en mi mente con una lengua de acento extraño que, estoy seguro, jamás escuché ni escucharé, pero reconozco claramente su voz, es ella en medio de esas “ss” que se adentran más allá de mi oído interno.

Entumecido y adormilado mis ojos percibieron algo inusual dejándome atónito, era ella incorporándose y transformándose de un ser de cuatro patas a uno de dos, una vez transmutada me sonrió, sus colmillos seguían ahí. Sentí el frío calar mi espalda, me era imposible moverme e incluso pronunciar palabra alguna, sólo me quedaba esperar.

Una vez en sus brazos sentí el silencio y con un beso de sus labios enrojecidos caí en picada a un vacío inmenso. Ya nada podía parame ni detener mi caída, ahora podía despojarme de todo mientras me dejaba caer y librarme de mí.