(G. Munckel Alfaro)
Escribe sin cesar el escritor
que con sonrisas y alharaca
se mantiene alejada a la Calaca
y todos sus libros hacen furor.
Se aprovecha hasta de los cojos,
el liso pajpaku literario.
Interesado sólo en su salario,
aprovecha que la Calaca no tiene ojos.
Pero como la Muerte tiene oídos finos
se entera rápido de todo su despelote
y decide apretarle el cogote
para darle fin a sus libros dañinos.
Pero el escritor, siempre positivo,
sonríe negando la presencia de la Calaca
que lo arrastra decidida hasta una cloaca
para dejar en su lugar al escritorzuelo repulsivo.