viernes, 25 de noviembre de 2011

La Ciudad en Llamas

(Leslie Loayza, G. Munckel Alfaro, Sergio Tavel, Sarahi Cardona)


Deambulaba por la ciudad en busca de cigarrillos cuando, de pronto, encontró una colilla aún encendida en una grieta de la vereda. Se detuvo un momento para considerar si debía recogerla o no y, al verla más de cerca, notó que tenía una marca de labial de un color que le recordaba a alguien, razón por la cual decidió conservar la colilla.

A los pocos minutos, se arrepintió de no haber apagado la colilla antes de guardarla en su bolsillo, que había comenzado a quemarse. Al darse cuenta de que se encontraba en una acera muy angosta, abarrotada de personas y que en la calle el tráfico apremiaba, no se decidió a lanzarse al suelo y rodar.

Llegó a gustarle tanto la cálida sensación, que ignoró el hecho de que el fuego se propagaba por el resto de su cuerpo. Sin embargo, la ardiente sensación pronto se tornó insoportable, por lo que recurrió a quitarle una bolsa de agua al niño que pasaba por su lado y, con ella, trató de extinguir el fuego. Tras ver que no funcionaba, quiso apagar las llamas de su ahora húmedo pantalón usando ambas manos, que se incendiaron en el acto. En su desesperación, se llevó ambas manos al cabello, el cual se convirtió en una llamarada que pronto bajó a su rostro. Extrañamente, la gente que pasaba a su lado lo ignoraba y seguía su rumbo.

A esta altura, se había convertido en una llamarada transeúnte y, sólo entonces, una señora asustada trató de socorrerlo tomándolo de los hombros para sacudirlo, sacudidas que provocaron el inminente incendió de su chal y, gracias a la exagerada cantidad de perfume que usaba, el fuego se propagó rápidamente, ocasionando dos hogueras humanas. La señora, que debía encontrarse con una amiga, la vio a lo lejos y corrió hacia ella. La amiga intentó apagar el fuego con su sombrero, lo que resultó en que ambas señoras ardieran en llamas. En cuestión de minutos, las histéricas llamaradas comenzaron a chocar con otros transeúntes, propagando el incendio.

En medio del caos, una de las fogatas andantes chocó con un poste de luz, causando un apagón en toda la ciudad. Pero ya no importaba. Con tanta hoguera deambulando y propagándose por las calles, la ciudad podía prescindir de iluminación eléctrica.