(G. Munckel Alfaro)
El viento no ha cesado de evocar tus palabras
recordando el frío de tu silencio,
quizás porque aún le perteneces a esta altura,
quizás porque palpitas en el batir de las hojas
que pueblan este santuario.
Esta ciudad que comienza a poblarme
no ha dejado jamás de llamarte.
Te busca con ojos de ave,
con todos sus pájaros, cartógrafos del cielo,
tal vez sabiendo que es inútil
porque la canción del ave más negra
es el eco de tu más profunda ausencia.
Pero a la pluma del vuelo más triste
le falta mucho por alcanzar el suelo
en su caída poblada de trinos
y las aves te sospechan escondido
en el nombre secreto de la brisa,
amante del viento que te evoca.
Eres tú en esta ciudad desde otra altura,
amigo de nadie,
amigo del aire,
fugaz maestro de olvido.