domingo, 16 de enero de 2011

El Líquido de tu Boca

(Yvonne Rojas Cáceres)


Esos labios gruesos que provocaban ternura y lujuria a la vez. Cabalmente delineados, rosados, deseables, húmedos, eternamente semi abiertos dejaban volar tu respiración y tu aliento hasta mi nariz.

Cerca, mirando tus dientes perfectamente acomodados, tu lengua delgada y fina como de una diosa, hambrienta de moverse dentro de mí, imagino su oscuridad sublimemente dulce, bálsamo de menta ya azafrán.

Escucho. El redondo hoyo de tu boca, me llama. Tus labios se mueven articulando palabras como un canto. Me despierta el ansia de morderlos, succionar su elixir hasta caer prendido de la belleza de aquel rostro angelical que rodeaba tu boca.

De repente y sin aviso, un torrente de materia líquida y casi plástica contraída en tu garganta y que se acumula en el llano de tu lengua, moviéndose como una marea a punto de descargar ese brebaje, justo hacia mi cara enamorada.

Un caldo flemoso ha inundado el hoyo-santuario de mi pasión, te provocaba arcadas en cada movimiento, lo tienes sostenido entre tus dientes y el paladar, sin saber dónde expulsarlo. Caminas minutos en un eterno suplicio convulsivo, buscando un depositario de tus babas.

Podía imaginar las partículas de alimento que se había quedado en medio de tu garganta a medio digerir, que llenaban de minúsculos retazos ese tuberculoso fragmento despreciable.

Cubriéndote la boca si poder siquiera respirar, haces que tu bello rostro se transforme. Crecen arrugas en las puntas de tus ojos, tus mejillas enrojecen y se llenan de escamas brillosas. Una náusea se apodera de ti.

Te veo andar desesperada por la habitación, con los hombros contraídos y la cabeza agachada, emitiendo arcadas entrecortadas. Tragas la materia flemosa una y otra vez. Ésta alcanza el borde de tu garganta y viaja nuevamente al hueco de tu boca, entre tu lengua retorcida y tu paladar erizado, cual marea salada y espumosa.

Sudas. Tus músculos se contraen cada vez más, hiriéndote como una criatura despreciablemente achicada, emanando un olor amargo y fétido. Enrojeces. Tu nariz brilla coronada como con un tomate y la baba cambiaba de color a su antojo, mientras la sostienes apretando los labios fuertemente, hasta dejarlos morados de la presión.

Por entre los dedos de la mano que sostenía tu boca, comienza a destilarse el líquido flemoso y verduzco. Toses, tratando de evitar que la tos sea expulsada, induciendo a que el fluido chorree más por entre tus dedos, mojando tu mano y dejándola pegajosa y adherida a tu mentón.

Cuando ya no puedes más, expulsas el líquido de tu boca un segundo antes de retirar tu mano que se adorna; largos hilos brillosos y elásticos la conectan a tu mentón. Quedas marcada con su tatuaje nauseabundo de tu baba.

¡Ah, si tu boca no fuera tan bella! Diría que jamás la podría besar el líquido nauseabundo de tu boca. Tu boca de miel-baba. Tu boca diosa. Diosa del escupitajo. ¡No te acerques por favor!