miércoles, 18 de enero de 2012

Lucía

(Sergio Tavel)


La luz del sol entraba a raudales por las ventanas abiertas del autobús. Era el día más caluroso de verano y, no obstante, Lucía iba vestida con ropa gruesa y abrigada. Se encontraba sentada en el asiento más cercano a la puerta. Su larga falda se agitaba con el viento, tan repleta de colores fuertes y brillantes, que daba la impresión de que un papagayo trataba de tomar vuelo para salir disparado por la puerta.

El autobús dobló una esquina y se detuvo para dejar entrar a una par de pasajeros: un señor calvo y gordo subió con dificultad y, luego de mascullar algo en voz baja y pagar su pasaje, se sentó en el asiento que estaba detrás de Lucía. A continuación, una muchacha de unos veinte años subió rápidamente sin dejar de hablar por celular y buscó un asiento en la parte trasera.

—Señorita, su pasaje por favor —dijo en voz muy alta el chofer.

La muchacha se limitó a hacer un gesto rápido con la mano y siguió hablando. El chofer, visiblemente molesto, se dio la vuelta y emprendió la marcha.

—Hay algunas personas que no tienen un dejo de educación —suspiró Lucía sin darle mucha importancia.

Cosas como aquella se veían todos los días. Ya estaba acostumbrada. Se acomodó el sombrero y miró por la ventana. Tenía alrededor de unos treinta años, era bajita y regordeta y tenía el cabello castaño surcado de canas prematuras que la hacían parecer mayor de lo que era.

—¿No es así, querido? —le susurró a su pequeño canario de color verde. Había colocado su jaula en el asiento al lado de la ventana.

Luego de unos minutos, se distrajo viendo los adoquines de las calles mientras el autobús pasaba a toda velocidad.

—…no fue mi culpa —replicaba un señor unos asientos más allá—. Me pidió que me quedara un par de horas extra, ya te lo dije.

Lucía giró la cabeza, curiosa. Un hombre vestido con traje (claramente de segunda mano, notó), trataba de explicarse con una mujer que seguramente era su esposa. “Aunque es muy fea.” Pensó, frunciendo el ceño.

—¿Para qué te haría quedar un par de horas más? ¿Eh? Con lo inútil que eres —afirmó fulminante la mujer—. Estoy segura de que fuiste a emborracharte con tus amigotes —el hombre abrió y cerró la boca como un pez—. No me tomes por estúpida.

—P…pero, mi amor —jadeó suplicante—. Eso no es verdad. Me quedé haciendo unos informes. Se acerca fin de mes y debo tenerlos listos. Además, Marcelo se faltó —tragó saliva—, ¿qué se suponía que hiciera?

—No dejar a tu esposa plantada —apretó los dientes—. Eso se suponía que tenías que hacer —lo apuntó con un dedo amenazador—. ¡Ni siquiera tuviste la decencia de llamarme! ¡Además, llegaste oliendo a alcohol!

Los demás pasajeros se movían incómodos en sus asientos, haciendo como si no escucharan. La muchacha del celular se tapó un oído con una mano y habló más fuerte

—Perdón —dijo—, no te puedo escuchar muy bien. Hay una maldita pareja que no para de gritarse aquí al lado.

—…no los veo desde hace un mes —continuaba el hombre, visiblemente avergonzado— Además, a esa hora ya está cerrado el bar.

—¡Te dije que no me mintieras! —gritó la mujer, histérica.

—Pero, mujer —interrumpió, Lucía, apuntando al hombre con su vieja cartera que algún día fuera blanca— ¿Qué no te das cuenta de lo obvio? Tu marido no se quedó trabajando hasta tarde ni fue a tomarse unos tragos. Es obvio que se fue con otra —dijo fulminante—. ¿Verdad, mi amor? —susurró con ternura a su canario.

El hombre palideció y miró suplicante a su mujer. —Y...yo…yo, puedo explicarte —no llegó a terminar la frase. Se oyó un fuerte “¡plaf!”

El hombre gordo y calvo se rió a carcajadas mientras todas las miradas se dirigían al señor de traje quién se frotaba la mejilla al tiempo que intentaba cubrirse de los golpes airosos de su mujer. Lucía, sonrió y se dio la vuelta.

—Eso es lo que les pasa a los mentirosos, ¿no es así, queridito? —acarició al canario por los barrotes de la jaula.

El autobús se detuvo en la siguiente parada.

—¡Oh! ¡Ya llegamos a casa! —se levantó del asiento, cogió la jaula y salió. Había sido otro día típico en el autobús.