miércoles, 21 de marzo de 2012

Engaño

(Yvonne Rojas Cáceres)


Siempre te he mirado con deseo y te he querido tener en respeto. Pero es mi deseo que muta en dedos, es mi deseo que muta en tacto y muta en piel y ansia tus senos.

Mirando tus ojos mis ojos se distraen, sintiendo tu perfume mi olfato divaga; rozando apenas el aire que respiras, mi boca se muerde la lujuria encendida.

Pero mi mano, atenta a su pedido, se deslizó por debajo de tu falda, se acomodó en tu entrepierna calentita, convulsionó presionándote la liga y se atrevió a coquetear con tu estrellita.

De repente ya no supe que ocurría. Mi hombría despertaba, estaba erguida, mis ojos no entendían y mi oído no sentía; sin palabras mi boca se quedaba entumecida, observando cómo tú te estremecías.

Pero recordé que yo en respeto te tenía. No lograba conocerte ese día. No eras tú, la inocente, la tímida chiquilla. Era mi mano que te había poseído y te quería.

Te empuje fuera de mi cínica engreída. Estabas hecha una fiera de deseos contenida; sujeté mi mano enloquecida y corrí lejos de ti y de tu vergonzosa fullería, imaginando cómo mi mano pagaría. Me engañaron, las dos están malditas. Clavaré una estaca al centro de su alma nociva, la cortaré de cuajo para que en papel de seda te la regale alguno de estos días.