(G.
Munckel Alfaro)
Como a la mayoría de las
señoras de su edad, a mi tía le encanta tejer. Quizás lo único inusual de este
pasatiempo sea su afición por las bufandas y los destinatarios para los que
teje. Sus sobrinos jamás recibimos una; a diferencia de su cafetera, la jaula
de su loro e incluso su loro. Sé que tejió una para el gato que alquiló en
alguna ocasión y sé también que, cuando sale a tejer al aire libre, teje
bufandas para las palomas de la plazuela (que, al parecer, no son lo que se
dice agradecidas o, sencillamente, no gustan de abrigarse el cuello con lana).
En fin, mi tía lucha contra el frío a punta de lana y, por lo que pude
observar, sé que tiene un plan entre manos y que lo teje en grande. Según
parece, pretende salvarnos a todos de las corrientes heladas tejiendo una
enorme bufanda para abrigar al viento.