(Marcelo Terceros)
Noche
Paz y tranquilidad
Refugio de soñadores
Lugar de amantes
Encuentro y desencuentro
Criaturas profanas vagan de manera silenciosa
Unión de mundos.
Donde mi ser tiembla y sucumbe.
(Marcelo Terceros)
Noche
Paz y tranquilidad
Refugio de soñadores
Lugar de amantes
Encuentro y desencuentro
Criaturas profanas vagan de manera silenciosa
Unión de mundos.
Donde mi ser tiembla y sucumbe.
(G. Munckel Alfaro)
Corre lejos,
más allá de mis dedos;
se refugia en reflejos
que me dan la espalda;
muta
____al tacto,
___________se desvanece
y reaparece_____________en la distancia.
Capturo la sombra
_______________en un susurro,
la acaricio_______con un suspiro
y la soplo
________despacio
_______________entre mis manos.
(Norah Crespo)
Mi sentir adormecido
Y mi razón perdida
Flotan en el largo manto de la noche.
Provocan el agobio de mi alma
Que se refleja en
Alaridos mudos.
(Sarahi Cardona)
Eran las once de la noche y entró a su departamento empapada de lluvia y sangre. Temblaba y le costaba respirar. No podía dejar de llorar. En la lista sólo quedaba un nombre.
Cerró puertas y ventanas. Empujó los muebles formando una barricada. Sirvió una copa de vino y se metió a la tina. Tal vez el agua le diera tranquilidad.
Se había acostumbrado a la idea de ver morir a las personas desde el día que hizo la lista. Cuando era niña vio un moscardón. Su abuela le había dicho que señalaba la muerte de alguien querido. Al día siguiente, mientras velaban a su abuela, hizo una lista con personas cuya muerte podría interesarle al moscardón. Ella se incluyó al final de la lista.
Hoy era una mujer y estaba demasiado asustada. El miedo la dejaba quieta, reducida, con la cara desfigurada, los pies fríos y un vacío en el estómago. Eran los ojos. Primero el moscardón y después aparecían ellos. Los ojos tenían una mirada que, de por sí, definían a la muerte: eran fríos, seguros e inapelables. Los veía, después la sangre.
El miedo a morir la estaba enloqueciendo. Incapaz de moverse, trataba de no pensar. Más rápido de lo que esperaba, el moscardón volvió. Empezó a llorar. Lloró porque se sentía impotente.
Estaba temblando y se había cansado de llorar. Ahora, lívida, ajena a sí misma, respiró profundo, tomó la copa de vino y la contempló. Ahí estaban los ojos, mirándola.
(Sara Améstegui Lavayén)
El dolor
Galopa
La desesperación
Estalla
El alma
Quiebra
El caos
Interior
El silencio
Despierta
Que repiquen
Resuenen
El tráfico
El ruido
Los quehaceres
Que calme
La tormenta
Que silencie
El alma.