miércoles, 21 de julio de 2010

Noche

(Marcelo Terceros)


Noche

Paz y tranquilidad

Refugio de soñadores

Lugar de amantes


Noche

Encuentro y desencuentro

Criaturas profanas vagan de manera silenciosa

Unión de mundos.


Noche

Donde mi ser tiembla y sucumbe.

Sombra Fugitiva

(G. Munckel Alfaro)


Corre lejos,

más allá de mis dedos;

se refugia en reflejos

que me dan la espalda;

muta

____al tacto,

___________se desvanece

y reaparece_____________en la distancia.

Capturo la sombra

_______________en un susurro,

la acaricio_______con un suspiro

y la soplo

________despacio

_______________entre mis manos.

Pesadilla

(Norah Crespo)


Insignificante en mis deseos

Mi sentir adormecido

Y mi razón perdida

Flotan en el largo manto de la noche.


Las aterradoras sombras

Provocan el agobio de mi alma

Que se refleja en

Alaridos mudos.

II

(Sarahi Cardona)


Eran las once de la noche y entró a su departamento empapada de lluvia y sangre. Temblaba y le costaba respirar. No podía dejar de llorar. En la lista sólo quedaba un nombre.

Cerró puertas y ventanas. Empujó los muebles formando una barricada. Sirvió una copa de vino y se metió a la tina. Tal vez el agua le diera tranquilidad.

Se había acostumbrado a la idea de ver morir a las personas desde el día que hizo la lista. Cuando era niña vio un moscardón. Su abuela le había dicho que señalaba la muerte de alguien querido. Al día siguiente, mientras velaban a su abuela, hizo una lista con personas cuya muerte podría interesarle al moscardón. Ella se incluyó al final de la lista.

Hoy era una mujer y estaba demasiado asustada. El miedo la dejaba quieta, reducida, con la cara desfigurada, los pies fríos y un vacío en el estómago. Eran los ojos. Primero el moscardón y después aparecían ellos. Los ojos tenían una mirada que, de por sí, definían a la muerte: eran fríos, seguros e inapelables. Los veía, después la sangre.

El miedo a morir la estaba enloqueciendo. Incapaz de moverse, trataba de no pensar. Más rápido de lo que esperaba, el moscardón volvió. Empezó a llorar. Lloró porque se sentía impotente.

Estaba temblando y se había cansado de llorar. Ahora, lívida, ajena a sí misma, respiró profundo, tomó la copa de vino y la contempló. Ahí estaban los ojos, mirándola.

Silencio

(Sara Améstegui Lavayén)


El dolor

Galopa

La desesperación

Estalla

El alma

Quiebra


El caos

Interior

El silencio

Despierta


Que repiquen

Resuenen

El tráfico

El ruido

Los quehaceres


Que calme

La tormenta

Que silencie

El alma.