(G.
Munckel Alfaro)
En toda la historia de la
humanidad, sólo se supo de un hombre que emprendió el peligroso viaje hacia el
hasta entonces desconocido origen del fuego. Se había pensado que el fuego
podía producirse; pero no se sabía que en realidad se lo invocaba, que era siempre
el mismo fuego, ubicuo y atemporal. Fue gracias a este visionario —un Prometeo
entre los nuestros— que se supo que todos los fuegos son un mismo fuego y que
arde en la caverna donde nacieron todas las palabras.