domingo, 8 de mayo de 2011

Maldición

(Yvonne Rojas Cáceres)


Bajas como de una borrascosa tempestad, por la espesura negra y lejana de un horizonte alzado, para pisotearme con tus evocaciones. Maltratando el despojo en que me he convertido.

Camino sobre grietas de cemento en tu orilla. Convulsionando nuevamente en mi pupila, el hueco oscuro de tu ventana. Cubierto con la flema de tus retentivas inacabadas.

El sol dibuja necedades en mi cabeza, sólo eso. Y solo yo por la vereda, te repaso como a un óleo maldito. Claro, vigilante, repulsivo y atrayente; deslizándote como agua turbia y como aceite caliente de la yedra seca colada a tu pared.

Caes, como en mi ánima, al espacio terroso de esta tela de nostalgia. Te dibujo como el humo deslizado con arcadas en el aire, corriendo tras mi sombra en el pasado, con el viento azotando tu camisa azul contra ese pecho maltratado.

Mis ojos alucinados y empolvados, me regresan a este lunes. El sol se esconde de a pedazos tras la nube amenazante pero cobarde que soy yo. Que se escapa; y me pregunto ¿ni la lluvia te soporta?

Siento que me hundo completo y en retazos desmembrados de cuajo, por tu cuadra como alquitrán recién pintado, embadurnado de tu sangre negra que penetra.

Circulando sonámbulo, contando los minutos que me acercan a la noche. Imagino tu materia bajo la tierra y mis pies se cuelan a tu cara en cada paso, destruyendo todo extremo obsesivo, de tus mejillas apagadas.

Y la imagen del encuentro con tu cuerpo chorreado entre tus sábanas, golpea esta mi memoria desgastada y cansada. Inerte, recostado como estatua de un Marat, tallada con el preludio de mi condena. Te he matado.

Escucho venir del tiempo atrás, el grito de mi aliento lastimado; y pienso, ¿por qué no pude tocar tu dedo que me apuntaba? Miedo y dolor combatían encarnizados en mi vientre. Mientras afuera la batalla era de la lluvia y del amanecer.

Todo tan dentro, tan guardado, anhelante. Desalmada evocación que se ha apostado años después, en mí, presente, en tu vereda, en tu ventana, en mis pupilas apagadas.

¿Por qué hoy, mal viaje entre amapolas? ¿Qué te hace carne y sentimiento está vez? Mi duelo no acabado, replica la náusea temblorosa de mi entraña.

¿Acaso quieres destruirme para ti? Sólo en partes, sólo en pedazos líquidos de un sueño, aclama ese sol que me calcina, gritan los árboles con sus ramas, suena el vidrio roto de tu perpetua ventana. Me has acabado.