(Sarahi Cardona)
Habían pasado diez años cuando finalmente decidió verla. Era una noche lluviosa y el camino estaba imposible, eso le daba la certeza de que nadie osaría molestarlo. La tendría otra vez a solas. Diez años atrás también la fue a buscar.
Entró. Era un lugar frío y seco. Leyó en voz alta para convencerse “Lucía Elena Camponovo”. Abajo, los veinticinco años que había llevado ese nombre. Sobre la piedra había un florero, pero no flores. Tomó la pala y empezó a cavar. Tardó un poco, pero no le preocupó. Dio con sus despojos.
El nauseabundo olor lo mantuvo alejado unos minutos. Se repuso. Se paró frente a ella. Eran huesos y harapos. Los ritos fúnebres le habían quitado la oportunidad a los gusanos de devorarla.
La sacó del cajón y el esqueleto comenzó a destrozarse. Juntó todos los huesos, los metió en el saco y se los llevó. Tardó dos días en disolverlos, pero él era paciente.
En el transcurso de los diez años, plantó un viñedo y puso todo su esfuerzo, para hoy, culminar su tarea. Por un lado el vino y, por otro, el ingrediente especial. Vino tinto L.E. Camponovo.
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